Como anticipé al principio de la semana, tengo sofá nuevo. Estoy muy contenta con el mueblón, ya que el anterior -si bien estaba en relativo buen estado- ya no servía para nuestras necesidades sofariles.
El hecho es que después de recibir el nuevo, haber apilado todo lo viejo en un rincón y haber arreglado todo para que vengan a llevárselo, me sentí algo culpable.
¿Cómo no sentirme mal, realmente? Si ese juego de muebles (porque no me deshice solo del sillón) ha estado en la familia desde... toda mi vida.
Así todo,desfiló por mi memoria la larga lista de juegos que solía hacer con ese set de muebles de caña. Que casitas, que camas, que botes, que jaulas... Las interminables horas que me senté a jugar con mi hermano en las mesitas ratonas, que estaban a la altura perfecta para una criatura sentada en el piso.
También recordé aquella vez que saltando en el sillón se rompió una madera y terminé con dos líneas paralelas cicatrizadas en mi canilla, aunque hasta esa cicatriz haya desaparecido hace años. Recuerdo la preocupación de contarle a mi papá que había roto el sillón, y mi posterior sorpresa al ver que no se enojaba.
Recordé los varios tapizados que le hizo mi Mamá, algunos de los cuales sobreviven en retazos en alguna parte.
También recordé aquella vez que saltando en el sillón se rompió una madera y terminé con dos líneas paralelas cicatrizadas en mi canilla, aunque hasta esa cicatriz haya desaparecido hace años. Recuerdo la preocupación de contarle a mi papá que había roto el sillón, y mi posterior sorpresa al ver que no se enojaba.
Recordé los varios tapizados que le hizo mi Mamá, algunos de los cuales sobreviven en retazos en alguna parte.
Recordé cuando mi familia se los regaló a Mr. Dorima, quien se mudaba a un departamento más grande.
Recordé los años que el sofá fue cama de Lalalo, y las siestas que me pegué en él estando embarazuda. Recordé también, y mucho más recientemente, como el heredero se subía a los sillones para estar un poco más alto en el caño y cuando le enseñamos los juegos que a su edad hacíamos, ya que la familia del Dorima tuvo el mismo juego de muebles.
Dolió un poco ver como cargaban todo en una camioneta y saber que no voy a volver a verlo.
Pero me sentí bien de haberlo cuidado mucho estos 30 años, y que lo único que necesite sean fundas nuevas para volver a las andadas (aunque un poco de pintura no le vendría mal).
Ojalá pronto vuelva a ser casita, cama, bote y jaula en los recuerdos de alguien más. :)
Cuanto sentimentalismo por unos muebles!!! xDDD Pero te digo que me pasa igual, mi mama esta pensando en regalar, tirar o vender algunos de los que tiene en la casa y me pongo a pensar lo que hemos pasado con ellos y te da un cosita, y a ella tambien evidentemente porque siempre dice de hacer algo pero nunca hace nada xDDDDD
Y me pregunto yo cuales serán esas nevesidades sofariles que el antiguo no soportaba... ¬¬
xDDDDD
El antiguo estaba entero, pero necesitaba un colchón nuevo -hecho a medida- y una nueva funda.
Todo muy posible, pero se nos hacía muy estrecho a los pachorrientos que gustamos de tirarnos a ver tele, ni hablar de cierto integrante acaparador de sofases (pista: no soy yo y no es pequeño).
Por último estaba lo estético: solo de mirarlo se le saltaba la pintura. ...Te imaginarás con el crío saltándole encima todo el día.